Miedo en la ciudad: una cuestión de género

Stephanie Madrid Solorza

Hace dos días la cuenta de Instagram edificios.feos subía “Dime que eres hombre sin decirme que eres hombre: diseñas un edificio de cinco pisos con suelos translúcidos. No muy amable para ir con falda. * campus UDP, diseñado por Mathias Klotz, pre-nominado al Malitzker Prize (2a vez).” Muchos años atrás, Adrienne Rich ya decía que lo que se cataloga como “objetivo” en realidad no es más que el nombre que se le ha dado a la subjetividad masculina.

Fotografía: plataforma mathiasklotz.com

Fotografía: ihttps://www.instagram.com/edificios.feos/

La noción de cuerpo fuera de lugar logra visibilizar a aquellas personas que experimentan un sentimiento de marginalidad y exclusión en los espacios considerados “normales” (McDowell, 2000). Desde la geografía feminista se ha constatado que el espacio urbano que habitamos es una construcción social capitalista y patriarcal, donde el surgimiento de las ciudades se ha impulsado con la supuesta necesidad de dividir lo público de lo privado, así como lo productivo de lo reproductivo.

La división que propone cierto diseño de las ciudades donde se asocia lo productivo a lo público y lo reproductivo a lo privado, no tiene validez empírica cuando vemos que una gran cantidad de tareas reproductivas (como ir por les niñes al colegio, acompañar a las personas mayores al médico, hacer las compras, entre otras) suceden en el ámbito público. La reconocida activista Jane Jacobs ya en los años 60 realizó duras críticas a los modelos de ciudades de algunos de los más destacados referentes del urbanismo de su tiempo, producto de la desconsideración de lo más importante al momento de planificar: la vida cotidiana en las ciudades y las comunidades.

La sociedad patriarcal le ha dado un espacio primordial a la esfera productiva, mientras que otras esferas como la esfera reproductiva, la esfera propia y la esfera comunitaria se han visto disminuidas. Basta con mencionar la obra El Calibán y la Bruja para dar cuenta de cómo históricamente se ha ido relegando el trabajo femenino, atomizándolo en espacios cada vez más pequeños y con menor visibilidad y valoración social. Silvia Federici retrata el caso de campesinas, lavanderas, vendedoras en los mercados y otras mujeres de siglos pasados que fueron expulsadas de los territorios comunales con la privatización del espacio, sin embargo, el hecho sigue siendo el mismo y lo podemos observar en nuestros tiempos con los obstáculos que la ciudad ejerce sobre las labores de cuidados.

Asimismo, podemos recordar momentos cotidianos donde en el espacio público nos hemos sentido no bienvenidas, como cuando caminamos por la calle rápido, cuando intentamos evitar el contacto visual, cuando nos encorvamos para ocultar nuestro pecho, o cuando decidimos vestirnos de uno u otro modo para pasar inadvertidas.

Quizás debamos recordar que, de acuerdo con los datos de la encuesta realizada por el Observatorio de Acoso Callejero de Chile (OCAC, 2022), un 93,8% de las mujeres ha sufrido acoso sexual en el transporte público y privado. Tanto las miradas lascivas como las constantes provocaciones que recibimos las cuerpas feminizadas constituyen mecanismos por los cuales las ciudades nos expulsan del espacio público. Y sí, digo cuerpas femenizadas porque el problema del miedo en la ciudad involucra diversas identidades sexo-genéricas que vivimos sistemáticamente la violencia en nuestros territorios.

Este tema no es para nada nuevo, ya el 2002 en Montreal se publica la Guía de planificación para un entorno urbano seguro donde se instalan 6 principios para garantizar la seguridad con perspectiva de género. La próxima vez que salgan de casa, las invito a poner atención sobre sus trayectos y evalúen si son capaces de (1) saber dónde estás y a dónde vas, (2) poder ver y ser vista, (3) poder oír y ser oída, (4) poder escapar y conseguir ayuda, (5) poder vivir en un entorno limpio y acogedor, y (6) poder actuar colectivamente.



En conversaciones con la doctora Paula Soto, en el marco de nuestros Tecitos feministas [1], ella nos contaba cómo el giro emocional en las Ciencias Sociales ha permitido cuestionarnos el habitar el espacio desde otra óptica. Así como la masculinización del espacio público pueden generarnos mayores sensaciones de inseguridad en los barrios que transitamos, atributos sensoriales como el olor a orina, la falta de iluminación y ciertos ruidos también ejercen su influencia en nuestras percepciones.

Nos comentaba Paula también cómo al inicio de los carnavales se da una instancia llamada jueves de comadres, donde las mujeres se toman el espacio público para brindar, bailar y cantar por ellas. Y es que el tema de la presencia femenina da para mucho, no sólo es significativo que veamos más mujeres transitando seguras por la ciudad o que a nivel simbólico sean más representadas en calles y estatuas, sino que también se vuelve necesaria y urgente la presencia femenina en cada una de las instancias políticas (participación, planificación, gestión y monitoreo) para velar por la justicia espacial que merecemos.



[1] Tecito Feminista realizado por Vértice Urbano el día sábado 27 de noviembre en el Marco del Día Internacional contra la Violencia Hacia las Mujeres.

El desafío actual es dar con aquellas estrategias ante el miedo que vivimos en la ciudad y así no quedarnos en la victimización. “Llámame cuando llegues”, “¿Vas con alguien?” y “Cuídate” son palabras que probablemente a todas nos han dicho y que también todas hemos dicho. Son parte de nuestro kit de estrategias el ir acompañadas, ya sea por amigas, familiares y parejas, el mantenernos en comunicación con alguien que pueda alertar ante cualquier situación extraña, y el crear entornos que nos cuiden a través de senderos seguros, espacios separatistas o protocolos donde se dé por sentado que ninguna actitud machista será permitida.

Y pudiese parecer que no hemos logrado la tan ansiada autonomía o que nos estamos encerrando, pero es que nos están matando. Hoy más que nunca (o quizás, como siempre) necesitamos reconocer nuestra trinchera, replegarnos para cuidarnos, aprender, fortalecernos, descansar y poder volver a salir a la calle a conquistar nuestros derechos. Ad portas del 8M, seguimos exigiendo feminismo en la cama, la casa y la calle, para que algún día el lema “Sola y borracha, quiero llegar a casa” sea una realidad y no sólo un privilegio masculino.


Referencias

  • Col·lectiu Punt 6. (2014) Espacios para la vida cotidiana. Auditoría de Calidad Urbana con perspectiva de Género. https://punt6.wordpress.com/recursos/guias-propias/

  • Federici, S. (2010). Calibán y La Bruja: Mujeres, Cuerpo y Acumulación originaria. Traficantes de sueños.

  • Jacobs, J. (2011). Muerte y vida de las grandes ciudades (Capitán Swing Libros S.L. (ed.)).

  • McDowell, Linda. (2000). Género, Identidad y Lugar. Un estudio de las geografías feministas. Madrid: Ediciones Cátedra

  • CAC. (2022, marzo 07). Observatorio Contra el Acoso Chile. Retrieved from https://ocac.cl/encuesta-ocac-un-938-de-la-mujeres-ha-sufrido-acoso-sexual-en-el-transporte-publico-y-privado/

  • Ville de Montréal. Service du développement social et communautaire - Femmes et ville. (2002). Pour un environnement urbain sécuritaire - Guide d’aménagement.